miércoles, 26 de septiembre de 2012


                                                                        




“Pintura Gourmet para principiantes”

Ensayo sobre el libro
“Ver y no ver” de Victor I. Stoichita




Felipe Ortiz Ugalde
Narrativa Gráfica.


Mercedes Sierra Kehoe


“Llama mucho la atención las distintas formas en las que personas de la misma sociedad pueden hablar de comida de maneras tan diferentes. Todos, por ejemplo, conocemos gente para la cual el sabor de lo que come desempeña un papel realmente secundario en sus percepciones conscientes. No piensan de modo activo o deliberado sobre lo que están comiendo mientras se lo comen: ni qué es, ni cómo sabe o huele, ni cuál es su temperatura o apariencia. Pueden no hablar siquiera de los sentimientos que produce… cabe pensar que porque no les produce ningún sentimiento.”
-Sidney W. Mintz (2003;p129)
En su libro “Sabor a Comida, Sabor a Libertad” el antropólogo Sidney W. Mintz  hace una interesante reflexión acerca del papel de los alimentos en la cultura.  Como la cocina puede definir la identidad de un pueblo, y como vamos haciendo nuevas formas de hacer más complejo un proceso tan inherente al ser humano.  Aún cuando en apariencia “solo estamos comiendo” todo lo que rodea al proceso de alimentarse, hace de dicho acto algo muy plástico, a veces puede ser todo un evento o un ritual; no por nada algunos de los actos más trascendentes de nuestra vida (matrimonios, tratos laborales e incluso en algunos casos funerales), los celebramos con una “comida”.
La expresión artística –y su apreciación- seguramente no es tan antigua como los rituales alimentarios; pero también es un proceso cultural que se han ido refinando y acomplejando.  Así como adquirimos gusto por determinados alimentos, lo hacemos por diversas formas de expresión; así como hablamos de artes incluso podemos hablar de un arte culinario.
Apoyados por ésta analogía gastronómica se hará una reflexión del texto de Stoichita “Ver y no ver”. Este texto aborda una brevísima mirada a ciertos elementos que han hecho del acto de ver una obra artística un acto gourmet.
Bon appetit.

La degustación de lo visual como alimento del alma.
En estos tiempos modernos estamos bombardeados de imágenes,  nos tocó vivir en el imperio de la estética sobre el Arte (Michaud: 2007); nos hemos convertido en una suerte de sibaritas de lo visual: amamos la “belleza” de los comerciales, consumimos más series de televisión y más películas que nunca. Gracias a la telepresencia que nos brindan los medios electrónicos como el Internet podemos ver lo que sea en el momento que sea, pero sobre todo estamos rodeado de nuevas y estridentes formas de Arte: Arte de los nuevos medios, Arte Urbano, Pixel Art, Body Art, etc.  Tenemos ante la mesa de nuestra vida todos los platillos que nuestros ojos puedan degustar.
De hecho, desde niños estamos tan expuestos a millones de imágenes que nos convertimos en consumidores voraces de lo visual; por lo tanto sería lógico pensar que deberíamos tener un gusto muy desarrollado para apreciar y distinguir el arte bueno del malo.
¿Pero que tan gourmet somos a la hora de consumir lo visual? ¿tenemos un criterio o un gusto para ello? ¿podemos disfrutar –o distinguir- un delicatessen, o solo consumimos Fast food
Esta analogía parece pedante y narcisista; sin embargo el acto de comer tan inherente al ser humano, ya es un acto cultural y no meramente un impulso natural.  Así como hemos hecho rituales para comer, también hacemos rituales para hacer arte y otros tantos para apreciarlo.
El acto de ver una obra de arte, alguna vez fue una experiencia contemplativa, reverencial, didáctica e incluso mística… pero cierta-mente distante.   Esta barrera invisible que suponía “sólo ver” a la obra resulta como una red de seguridad, porque no impone compromiso alguno salvo una subjetiva interpretación; pero también significa un obstáculo que nos aleja del entendimiento –y disfrute- pleno de la obra.  Es como estar afuera de un restaurante y tratar de disfrutar de los platillos desde la ventana.  
Curiosamente, uno de los grandes recursos narrativos fue aportar elementos que “miran desde afuera” de la pintura para meternos a ella.
Por mencionar un ejemplo, tenemos el vía crucis (1440) donde el pintor nos lleva a través de tres espectadores a ver tres elementos de la obra.  Esta pintura no solo nos cuenta una historia, también nos habla de cuestiones temporales.
Así como hay grandes y temperamentales chefs, tenemos en Michelangelo Merisi da Caravaggio, a L'enfant terrible de la pintura.  En su obra La decapitación de San Juan no se conforma con llevarnos a presenciar el martirio de San Juan sino que además nos involucra,  la relación diagonal del santo con los reos fisgones no deja lugar a dudas: nos vuelve parte del evento y no nos permite escapatoria, estamos dentro de la pintura.
El “chef” obligatorio en éste texto sin duda es Edouard Manet, quien crea una intrincada narrativa donde el espectador se asoma a ver cosas que no están ahí, pero que de alguna manera percibimos su presencia como en su pieza El Ferrocarril (1872-1873),  asistimos además a una nueva forma de cocina… una que exige más del comensal: el impresionismo.
Degas permite en su Desnudo femenino enjuagándose un pie (1885-1886) que el espectador haga un acto Voyeur.  Aquí el espectador es un mirón que con toda la alevosía y ventaja entra en la intimidad de una escena; sería como irrumpir secretamente en la cocina para espiar al chef.  Pero la degustación del arte también implica ahora ver al artista/cocinero exhibirse sin pudor, como Manet que se inserta a sí mismo en su obra (influencia de Velázquez), o que pone su nombre sin recato en el centro de sus obras, Manet añadió el espectáculo a la producción de la obra artística. 
El texto de Stoichita nos lleva a dar un vistazo a la retórica de la pintura, para que aprendamos a ver más allá de la obra y refinemos nuestra apreciación del arte.   Podemos agregar que el gusto por el arte sólo puede ser cultivado como cultivamos el gusto culinario… degustando.




Referencias.
Mintz, S. (2006), “Sabor a comida, sabor a libertad”, Ediciones la Reina Roja / CIESAS, México

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